miércoles, 22 de marzo de 2017

VOLVIENDO DE CHICAGO


“Me cago en la puta. Creo que acabo de salir de un puto antro de Chicago. Aquellos en donde cada uno de esos endiablados doce compases se pueden mascar.




No se podía fumar en Clamores y aún así noto el humo del tabaco en mi ropa, incluso el aroma de la camarera y el sudor que regó las plantaciones de algodón durante tantos y tantos años. Me siento jodidamente negro esta noche. Siento que he bebido del manantial prohibido y que he meado todo su interior en un arroyo. ¡Joder!, vengo de ver a Richard ‘Rip Lee’ Pryor, hijo del pionero de la armónica Snooky Pryor, y vuelvo en el metro con la sensación de haber estado al otro lado del Atlántico y de llevar un pedazo robado de la historia del blues en el bolsillo del pantalón.




Os juro que pensé que esta mierda ya no existía, que era cosa del pasado, de documentales en blanco y negro, de fotos en la pared de un bar. Nunca un bourbon me supo tan auténtico, ni tan magnífico, y dudo que en algún momento me vuelva a saber igual.




El blues sin contaminar es como fumar sin filtro, follar sin goma o conducir sin cinturón. Ahora entiendo lo que se le pasaría por la cabeza a aquellos muchachitos blancos, melenudos y británicos de los sesenta cuando descubrieron esta música y procuraron imitarla de la mejor manera posible. Pero siempre es un placer, un honor, revivir las raíces de una música tan inmensa. Un solo hombre, con su pie, su guitarra, su armónica y su voz fue capaz de darnos todo lo que necesitábamos para sumirnos en ese viaje.

Al igual que ‘Rip Lee’ Pryor venció al cáncer y pudo estar en Madrid para darnos semejante regalo en forma de concierto, el blues se mantendrá en pie, de una forma u otra, para acompañarnos en esos momentos en los que no queda más remedio que lamerse las heridas.”



Pablo Martín, guitarrista de Tangerine Flavour

Madrid, madrugada del 22 de marzo de 2017

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